La adopción de menores es un proyecto de vida que atrae a un número creciente de personas en nuestro país. Sus motivaciones son diversas, al igual que diversas son las circunstancias en las que viven los niños que van a ser adoptados.

Ambas realidades confluyen al culminar el proceso de adopción, que es sólo el punto de partida de una convivencia que durará años.

En efecto, al hacerse cargo de un niño o una niña que procede de una situación desfavorable, quienes adoptan asumen un compromiso y una responsabilidad que no tienen vuelta atrás.

El contenido de esta página ha sido elaborado desde la experiencia de nuestro trabajo, la orientación de nuestros profesionales, así como diversas guías, portales y libros relativos a la Adopción.

Preguntas que debemos hacernos

Antes de decidir ofrecerse para una adopción internacional debe hacerse un profundo ejercicio de reflexión sobre la asunción de responsabilidades y compromisos que comporta la crianza y educación de un niño.    

¿Cuál es mi motivación?

La adopción debe partir del deseo de convertirse en madre o padre

No olvidemos que la adopción está pensada para dar una familia a un niño que los necesita y, por eso, el deseo de paternidad debe acompañar todo este proceso desde el principio y tiene que ser el motor fundamental para la familia.

  • Si lo que nos mueve hacia la adopción es sólo ayudar a la infancia necesitada del mundo, será mejor que busquemos una de las muchas vías que hay para hacerlo. En ocasiones, las personas que quieren adoptar están motivadas por sentimientos de solidaridad con la infancia desfavorecida, pero no se debe confundir solidaridad con paternidad. Existen diferentes maneras de ser solidario, pero la adopción no es una de ellas.
  • Si lo que nos mueve a adoptar es complacer a otros pero no tenemos muy claro el deseo de ser padres, aún no estamos preparados para dar el paso hacia la adopción. A veces los futuros abuelos o el resto de los hijos presionan para que les demos nietos o hermanitos y eso precipita una decisión que no está asentada en nuestro deseo. Otras veces es la pareja la que, a pesar de nuestra falta de entusiasmo, insiste
    en que es lo que él o ella quiere. Sin embargo, cuando el hijo llegue será tan hijo nuestro como suyo y, por eso, el deseo tiene que estar arraigado no sólo en uno sino en cada uno de los padres individualmente.
  • Si lo que nos mueve a adoptar es solucionar un problema de pareja o un problema familiar tampoco vamos por el buen camino. En estas situaciones, o bien uno de los miembros de la pareja o bien ambos, sueñan que el niño será un proyecto común que los vuelva a unir. Sin embargo, el estrés que conlleva convertirse en padres suele suponer un punto de fricción que potencia las tensiones preexistentes en la pareja y puede acabar por quebrar la relación, sometiendo al niño de nuevo a la pérdida de todos sus referentes vitales.
  • Si lo que nos mueve hacia la adopción es aliviar un sentimiento de soledad o de falta de sentido tampoco debemos seguir adelante. El cuidado de un hijo suele reducir más aún los contactos sociales y es muy costoso emocionalmente, por lo que no podrá  cubrir nuestras expectativas. Es muy posible que, después de la adopción, sigamos sintiéndonos solos y vacíos en el cuidado del niño y no podamos ofrecerle lo que necesita para crecer.
(Texto extraído de «Adopción Internacional en la Comunidad de Madrid. Guía para orientar a las personas que estén pensando adoptar un niño en el extranjero«. Comunidad de Madrid. Consejería de Políticas Sociales y Familia)
¿Tenemos Hijos?

Si bien es cierto que adoptar es ser padres, también es cierto que con la adopción incluimos al niño en toda nuestra familia: será el hermano de mis hijos, el nieto de mis padres, el
sobrino de mis hermanos, etc. Aunque la decisión es profundamente personal y somos nosotros los que asumimos las responsabilidades, es importante saber de antemano qué
piensan sobre nuestra decisión el resto de los miembros de nuestra familia, anticipar cómo les va a afectar la adopción y valorar hasta qué punto su criterio es importante para nosotros.

Si tenemos otros hijos éstos se van a ver afectados por el cambio en la familia y, por lo tanto, su visión de la adopción y su criterio tienen mucha relevancia. Hay que tener en cuenta, por supuesto, la edad de los niños y la diferencia de edad aproximada que van a tener con su nuevo hermano.

En este sentido suele aconsejarse que el niño que llegue sea siempre menor que el último de nuestros hijos. Cuando los hijos son aún niños tendrán que entender que el nuevo hermano va a serlo con todas las consecuencias y que tendrá los mismos derechos (y obligaciones en la medida de su edad y sus capacidades) que ellos en la vida familiar.

Además, las familias con hijos anteriores, ya sean biológicos o adoptados, deberán saber que cada proceso es único e irrepetible. Debemos ser conscientes de que no tenemos todo aprendido y estar abiertos a formarse. El proceso de ser padres adoptivos difiere en gran medida de la paternidad biológica, debemos ser conscientes de sus diferencias para poder enfretarnos a los nuevos retos que esto supone.

Si congtamos con hijos en nuestra familia tenemos que tener en cuenta, además, que algunos países ponen limitaciones en el número de hijos existengtes en el seno familiar para poder adoptar (ver Países en que trabajamos)

¿Cómo hemos llegado hasta la adopción?

APRENDER A DECIR ADIÓS

La mayoría de las familias que se dirigen a la adopción internacional lo hacen como vía alternativa para ser padres cuando la biología ha fallado, muchas veces después de largos,
estresantes y frustrantes procedimientos de diagnóstico y tratamiento de su dificultad. Sin embargo, la adopción no es un tratamiento más, y, por ello, lo primero que hay que hacer para poder adoptar y que la adopción funcione es decir adiós: adiós al hijo que siempre imaginé que tendría, adiós al embarazo, adiós al parto, adiós a ser lo primero que verá mi bebé, adiós a reconocer en el recién nacido lo mejor de mí mismo, de mi pareja o de mi familia. Adiós, en definitiva, a ser padres como los demás de un hijo como los hijos de los demás, de un niño que se parezca a mí.

  • Decir adiós es la única manera de poder dar una bienvenida sincera a una experiencia plenamente real pero también distinta de la paternidad biológica, de pensar que adoptar no es un “segundo plato” o un “sustituto” de lo que yo soñé sino, ni más ni menos, otra forma de llegar a ser padres.
  • Decir adiós también ayuda a separar la capacidad para procrear, la sexualidad y la capacidad para ser padres. Que no podamos tener un hijo biológico no supone que no  podamos tener una sexualidad sana y enriquecedora con nuestra pareja, ni que vayamos a ser malos padres. Es importante poder llegar a separar estas tres cosas que muchas veces tenemos erróneamente mezcladas.
  • Para decir adiós es necesario tomarse un tiempo para curar las heridas que la búsqueda del hijo biológico ha podido dejar en nuestros sentimientos, en nuestra relación de pareja y en nuestras relaciones sociales. La prisa es mala consejera cuando de lo que se trata es de preparar bien las fuerzas para acoger y
    querer a nuestro futuro hijo.
  • Las personas que han dicho un adiós sincero a la paternidad biológica no vivirán el proceso de adopción como una técnica de reproducción asistida más, sino que estarán abiertas a aprender, a formarse, a entender este nuevo modo de ser padres y a acoger de corazón al niño que llegue, tal y como es.
  • Las personas que han dicho adiós no estarán comparando todo el día a su nuevo hijo con el que imaginan que hubiera nacido de ellos, no vivirán con resentimiento que se hable de la adopción, no se sentirán incapacitados para asumir su nuevo papel de padres ni se sentirán menos padres que los padres que les rodean.

Si lo que nos mueve no es la infertilidad también hay que decir adiós a lo que nos impida ver la adopción como algo nuevo y distinto

Quizás nuestro deseo de tener un hijo no tenga que ver con la infertilidad. Hay personas que adoptan a pesar de no tener dificultades para tener hijos biológicos, porque les parece que construir así la familia será bueno para ellos y para el niño que llegue. Son familias que ya
tienen hijos biológicos, familias monoparentales, familias que viven la adopción como la primera opción para ser padres… Sea de una u otra manera, para adoptar es necesario
estar preparados para una nueva aventura y, por ello, hay que decir adiós a todo aquello que no nos permite comprometernos plenamente con la novedad y la especificidad de este camino.

  • Las familias que tienen hijos biológicos tendrán que decir adiós al deseo de repetir la experiencia de la paternidad tal y como ha sido con sus otros hijos. Para estas familias parece que ya está todo aprendido y sin embargo, la experiencia de la
    adopción suele resultar una experiencia distinta, con unos retos muy diferentes a los que tuvieron que asumir en su primera paternidad. Especialmente cuando ya han pasado muchos años desde que nacieron nuestros hijos pensamos qué bueno sería repetir aquella época, pero es importante ser conscientes de que eso es imposible, porque ni nosotros somos los mismos ni los niños serán iguales que los que tuvimos.
  • Otras familias adoptan como vía de sustitución de un hijo que murió y ha dejado un hueco que ya nadie podrá llenar, o de un padre o una madre enfermos que ocupaban todo el tiempo y que, al faltar, han dejado al cuidador sin nadie a quien cuidar, o incluso de un matrimonio recientemente roto. Las familias que han perdido alguien importante hace poco, especialmente las que han perdido un hijo, no deberán adoptar hasta que no hayan resuelto el duelo por el ser querido y por la vida que vivían y que hubieran vivido a su lado. Hay que tener en cuenta que los sistemas humanos nunca son como las piezas de una maquinaria: es imposible que un ser humano encaje perfectamente con el hueco que ha dejado otro.

Para decir adiós hay que tomarse el tiempo necesario

Decir adiós es difícil y doloroso. Es importante tomarse todo el tiempo que se necesite y no dejarse llevar por las prisas ni por las presiones del entorno. Hay que reconocer el grado de dificultad que supone para nosotros dar este adiós porque algunas despedidas son más difíciles y quizás requieran una ayuda profesionalizada.

Tomarnos el tiempo y la ayuda necesaria para hacer un duelo sincero puede ser el primer gesto de amor hacia nuestro hijo.

(Texto extraído de «Adopción Internacional en la Comunidad de Madrid. Guía para orientar a las personas que estén pensando adoptar un niño en el extranjero«. Comunidad de Madrid. Consejería de Políticas Sociales y Familia)

Mitos y Falsas Creencias

Ser adoptado no es volver a nacer

La adopción no hace borrón y cuenta nueva en la vida del niño. Los niños vienen con una carga de experiencias, positivas y negativas, nuevas y desconocidas para nosotros.

La adopción constituye un vínculo legal entre adoptante y adoptado exactamente igual al que se forma a través del nacimiento y con él se rompe toda vinculación jurídica anterior. En definitiva, a los ojos de la ley, es como si el niño volviera a nacer en su nueva familia. Desde esta perspectiva, ser hijo adoptado sería, a partir de este momento, exactamente igual que ser hijo biológico.

Pero a veces nuestra fantasía nos hace pensar que la adopción hace “borrón y cuenta nueva”, no sólo legal sino también vital, y que en el momento de llegar a casa desaparece todo lo que el niño era antes de conocernos, y no es ni debe ser así.

Por muy pequeño que sea el niño, incluso cuando es recién nacido, siempre traerá consigo un trocito de historia que no ha vivido con nosotros.

En la “mochila” el niño puede traer retrasos en el desarrollo, algunos recuerdos, una historia, modos de comportarse, un origen biológico, la pertenencia cultural, los rasgos físicos de aquellos que le vieron nacer… Algunas de estas cuestiones están cargadas de sufrimiento y otras, aunque positivas, son desconocidas y nuevas para nosotros.
Cuando la mayoría de los bebés nacen, todo lo reciben de su familia y su familia conoce, o cree conocer, todas las claves de su biología y de su historia. La familia es el único contexto en el que vive y, poco a poco, se va integrando en el sistema que lo acoge. Sin embargo, los
primeros momentos de la adopción se parecen más a un matrimonio que a un nacimiento: en ella unas personas que traen sus historias, sus modos de relación, sus costumbres y sus heridas se unen para formar una nueva familia. Tanto los padres como el hijo tendrán que poner sobre la mesa su historia previa para construir una nueva familia en la que quepan todos, adoptándose y adaptándose mutuamente, y esto será más cierto cuanto más larga
o más intensa sea la historia que el menor ha vivido. El modo en que la familia afronte estos retos será definitivo para que, más allá de los papeles, se construya una familia.

Adoptar al niño será también reconocer, aceptar y cargar con su “mochila»

Adoptar al niño supondrá entonces, no sólo desear ser su padre o su madre desde el momento que llega a casa, sino también hacerse cargo y aceptar ese trocito de vida que el niño trae consigo y del que nosotros no hemos formado parte, ayudarle a cargar con su “mochila”, a sacar de ella todo lo positivo y aligerar el peso de lo que haya de doloroso y de negativo. Esto supondrá entender que:

  • Los niños no sólo no vienen de la nada sino que vienen de situaciones vitales  generalmente dolorosas, estresantes y llenas de carencias, y no podemos negar la dificultad que han podido suponer para el niño estas vivencias.
  • Los niños tienen derecho a conocer su historia, la que vivieron antes de llegar a su familia actual, la que condujo a su familia hasta ellos y la que han vivido desde que están en su familia. Tenemos que estar abiertos, no sólo a comunicar al niño el hecho de que es adoptado sino a asumir el compromiso de acompañarle en la reconstrucción de su historia personal cuando él lo necesite.
  • Aunque la adopción rompe con los vínculos legales que el niño tiene con su familia de origen esto no quiere decir que la familia no exista. La mayoría de los niños no son huérfanos de padre y madre sino que tienen una familia a la que se ha retirado la patria potestad o que no ha podido hacerse cargo de sus hijos. Muchos de ellos han vivido cierta etapa de su vida con esta familia y algunos la conocen y la recuerdan, e incluso han tenido contacto con ella mientras permanecían en la institución.
  • Aceptar al niño será aceptar también que sus padres biológicos van a “formar parte” de nuestra familia. Esto no significa que vayamos a entrar en relación con ellos sino que, durante más o menos tiempo y con más o menos fuerza, el recuerdo, la reconstrucción o la imagen de “otros padres” formará parte de la vida de nuestro hijo. Es importante que el niño sienta que no entramos a competir con sus sentimientos hacia ellos, que estamos seguros de nuestro papel y de su lugar a nuestro lado, para que nuestro hijo, como ya hemos hecho nosotros, también pueda decir adiós.
  • La historia del niño también se va a manifestar en su modo de ser y de comportarse. La historia no es sólo una cuestión estática que ha quedado en el pasado sino que, parte de esa historia, pasa a formar parte de las características y el modo de actuar de mi hijo y le va a influir en su vida cotidiana. Es importante estar dispuestos a leer en la conducta de nuestros hijos la huella de su pasado, aceptar esas huellas y tratar de cambiar aquellas que le hacen la vida más difícil.
  • En la “mochila” el niño también trae una herencia cultural y étnica que se juntará y entrecruzará con la herencia cultural que recibirá de nosotros. Aunque nosotros no formamos parte de su cultura de origen y no podemos transmitírsela, sí que será importante que nuestro hijo sepa que valoramos esa cultura, que reconocemos aquello que tiene de positivo y que estamos orgullosos de su procedencia para que él también pueda estarlo. Por eso en la elección de país tendremos que tener en cuenta hasta qué punto sentimos cercana la cultura y el país de origen del que será nuestro hijo, desvelar los restos de racismo que haya en nosotros y asegurarnos que podremos presentarle una imagen positiva del mundo que le vio nacer.
  • Por último, que el niño exista y que ya haya vivido un primer abandono, también significa que nosotros no podemos decidir por nosotros mismos si tenerlo o no, sino que sólo podremos ofrecernos por si algún niño nos necesita como padres. Los encargados de la protección de menores son los que tienen la obligación, en nombre de la sociedad, de cuidar de los niños, estudiar si necesitan una familia y elegir la familia que es más adecuada para cada uno. Tenemos que tener siempre presente que la adopción es un derecho de los niños, no de las familias, y que las administraciones están, al fin y al cabo, haciendo todo para velar por el que puede llegar a ser mi hijo.
(Texto extraído de «Adopción Internacional en la Comunidad de Madrid. Guía para orientar a las personas que estén pensando adoptar un niño en el extranjero«. Comunidad de Madrid. Consejería de Políticas Sociales y Familia)
No es un Bien de Consumo

No pagamos por un niño. Un niño no tiene precio.

Durante el proceso pagamos por documentación, traducciones, legalización, trámites, formación…pero no pagamos por un niño.

Incluso cuando pagamos al orfanato, no estamos pagando por un niño, estamos pagando una tasa que permite al la institución seguir trabajando en el cuidado de los menores que aún viven en ella.

Pagamos por los trámites del proceso.

Si un niño no es un bien de consumo implica que no lo podemos devolver. El artículo 180 punto 1 del Código Civil recoge que la adopción es irrevocable. Si nos echamos atrás con la adopción, una vez que el menor está con nosotros o se ha hecho firme la sentencia, no lo estamos devolviendo, lo estamos abandonando ya que somos sus padres.

Es muy importante ser conscientes de la responsabilidad que adquirimos al iniciar este proyecto ya que el compromiso es para toda la vida.

Jurídicamente el hijo adoptado es exactamente igual que el hijo biológico, y sus padres tienen los mismos deberes con él que tendrían con los biológicos. Ser padre o madre adoptivos es ante todo ser padre o ser madre. El proyecto de adopción es un proyecto de familia, aunque constituida por una vía distinta a la habitual. Es un proyecto para toda la vida, tan permanente como el de la maternidad o la paternidad biológica.

Adoptar es facilitar una familia a un niño.

Siempre pensamos en la adopción como un camino para la paternidad, pero nosotros no somos los protagonistas de este camino, porque la verdadera finalidad de la adopción es proporcionar protección a un niño desprotegido.

«Para estos niños y niñas es crucial asegurarse de que de ninguna manera se van a repetir experiencias de negligencia, abandono, rechazo, maltrato, falta de estimulación y carencia de amor. Por el contrario, lo que estos niños y niñas necesitan son experiencias que vayan en sentido totalmente contrario y que les ayuden a superar las posibles secuelas de la adversidad previa. Es evidente que no todas las personas están en condiciones de ofrecer este ambiente familiar estable, positivo, reparador y constructivo.» (Jesús Palacios, 2010)

Por esos motivos se realizan las valoraciones de idoneidad, pero aún con idoneidad positiva, debemos realizar un ejercicio profundo de autoconocimiento y autocrítica para asegurarnos que no vamos a renunciar una vez iniciado el camino.

«Adoptar implica, pues, la capacidad para trabajar con profesionales, para ser valorado por ellos, pero también para recibir su ayuda y su apoyo. Estar abiertos a esa relación y, si se necesita, estar dispuestos a pedir ayuda y a dejarse ayudar a favor del menor adoptado y de toda la familia es una demostración de que se está en el buen camino para ser padres y madres adoptivos.» (Jesús Palacios, 2010)

Un hijo es igual biológico que adoptado

Lo querremos igual, eso es indudable, pero la incorporación de un hijo adoptado a la familia no es igual que la de un hijo biológico. Los hijos adoptados tienen más necesidades que los hijos biológicos, es decir, no sólo tienen las necesidades de los hijos biológicos, sino que tienen necesidades añadidas.

Afrontar la paternidad adoptiva implica una serie de retos y dificultades especiales para los que es necesario estar preparado, ya que supone hacerse cargo de forma permanente e irrevocable de un niño que ha sufrido una experiencia de abandono y que, generalmente, tiene ya a sus espaldas una historia difícil.

Es necesario asegurarse de que quienes se van a hacer cargo del menor están preparados para ello, y aprovechar la oportunidad que brinda la adopción, y que no existe en la paternidad biológica, de elegir para cada niño a los padres idóneos de entre todos los disponibles.

La adopción es siempre una apuesta por y una aceptación de la incertidumbre, porque por más información que se tenga (que normalmente no), la evolución posterior del niño o la niña no está escrita en ningún sitio. Se podrá argumentar, en parte con razón, que eso mismo ocurre en el caso de la maternidad y la paternidad biológica. Sin embargo, en este último caso se tiene mucha información sobre los antecedentes familiares, sobre el desarrollo del embarazo y el parto, sobre las circunstancias en las que han transcurrido los primeros meses o los primeros años del niño o la niña. Claramente, la incertidumbre existe, pero está más atenuada.

«En el caso de la adopción (y muy particularmente en el caso de la adopción internacional), la información sobre todos esos extremos es mucho más limitada o es inexistente, lo que hace el pronóstico de futuro más incierto.

La evolución del niño o la niña va a depender en grandísima medida de las relaciones que sus adoptantes mantengan con ellos, de la estimulación y el cariño que les den y de la forma en que les ayuden a resolver las dificultades que se les puedan plantear. Pero puede también depender de los antecedentes del menor, de sus experiencias pasadas y de la huella que sobre él dejaron.

Adoptar es aceptar esta incertidumbre e incorporar a una familia la historia vital de aquellos a quienes se adopta, tanto la historia pasada como la que está por venir. Adoptar es hacerse cargo de todo eso desde la muy especial responsabilidad que significa ser padre o ser madre, que además se es para siempre

(Texto extraído de Jesús Palacios «La Aventura de Adoptar«2010 Ministerio de Sanidad y Política Social)
El Amor todo lo cura

La adopción parte del deseo de ser padres pero, muchas veces, no tenemos una idea muy clara de cuál será nuestro papel como tales y cómo cambiará nuestra vida cuando llegue el hijo tan esperado.

  • Ser padres es querer y educar. Es indudable que los niños necesitan mucho cariño para crecer, pero a veces nos confundimos pensando que eso es lo único que necesitan los niños que han sido abandonados.
    También necesitan protección, límites, orientación, supervisión. Ser padres es querer educando y educar queriendo.
    “Tenemos que tener en cuenta lo que piensan y sienten otros miembros de la familia”
  • Ser padres significa ayudar a crecer. No es sólo cuidar de un niño pequeño, sino también del adolescente en el que se va a convertir, del adulto que se marchará de nuestro lado y quizás nos haga abuelos… La adopción, como toda paternidad, es una experiencia que abarca toda la vida.
  • Ser padres es considerar al niño como “uno de los nuestros” y sin embargo ayudarle a ser él mismo. Es sentir al niño como propio, sentir como nuestros sus éxitos y sufrir como nuestros sus dolores y, al tiempo, ayudarle a crecer y ser él mismo, diferente de nosotros.
  • Ser padres es asumir un estilo de vida adaptado a las necesidades de mi hijo.
(Texto sacado de Jesús Palacios «La Aventura de Adoptar«2010 Ministerio de Sanidad y Política Social)

Pero en ocasiones, amor y comprensión no lo es todo. En acasiones nuestros niños traen vivencias y experiencias que les marcan en el desarrollo del apego y relación con los demás, en otras somos nosotros lo que no conocemos las herramientas necesarias para que nuestro hijo/a se desarrolle satisfactoriamente para ser feliz. Lo más importante es que seamos conscientes de cuándo necesitamos apoyo de profesionales para que recurramos a ellos y podamos solventar los obstáculos que vayamos encontrando en el camino.

No tengamos miedo de buscar ayuda, nadie nos va a juzgar como padres, lo importate es el correcto desarrollo de nuestros hijos.

La Realidad de los niños en adopción internacional

Las expectativas tienen que ser claras, conscientes y adecuadas a la realidad de los niños adoptables

¿Cómo imaginamos la salud de los niños?

La mayoría de las familias se ofrecen para adoptar un niño sano. Sin embargo el concepto de salud y la capacidad para determinar la situación de salud varía de un país a otro. La mayoría de los niños vienen de sus países de origen con ciertas carencias en el área de la salud (nutricionales, de vacunación, víricas…) que son fácilmente superables una vez que ha llegado a España, pero que tenemos que tener en mente para no tener sorpresas. Otros niños, sin embargo, padecen enfermedades que no han podido ser  adecuadamente diagnosticadas en sus países de origen o que les sobrevienen una vez han llegado a su hogar y que revisten mayor gravedad.

¿Cómo imaginamos físicamente a los niños?

Aunque esto es un aspecto muy obvio para la mayoría de las familias, para otras puede ser una fuente de sorpresas y de ruptura de sus expectativas. La mayoría de los niños que vienen de la adopción  internacional, incluso los que provienen de países europeos, tienen características físicas y/o raciales marcadamente diferentes a las del común de los niños de nuestro entorno. A veces tenemos una idea demasiado estrecha y estereotipada de cómo son físicamente las personas de una u otra etnia e incluso podemos llegar a oír: las niñas chinas son todas monísimas, los etíopes son todos muy guapos, los niños rusos son todos rubios o el color de piel de las indias es muy parecido al nuestro… y eso no es siempre así, de hecho es tanto como decir que todos los niños españoles son bajitos y de pelo  rizado. Además, tenemos que tener en cuenta que en muchos de los países hay grupos étnicos bastante diferenciados: rusos de ojos achinados, balcánicos de etnia gitana, indias de piel negra… y estar abiertos a acoger al niño que llegue. Por otro lado, con respecto a los rasgos físicos y raciales, hay que pensar en el aspecto que tendrá el niño de pequeño y en el que tendrá también cuando se haga mayor y aceptar ambos.

¿Cómo imaginamos la edad de los niños?

En la idoneidad se establecen orientaciones acerca de la franja de edad aproximada que se ajusta a las capacidades de integración de la familia y, sin embargo, es muy difícil imaginar un  niño de hasta tres años o un niño de tres a seis años y, de hecho, las diferencias evolutivas que hay dentro de cada rango de edad pueden ser muy importantes. A pesar de que estos grupos de edad son más o menos amplios, en nuestra imaginación tenemos un niño concreto con una edad más o menos determinada (un  bebé, un niño que ya anda, uno que irá al colegio…) y podemos  sentirnos frustrados si el niño, a pesar de estar en la franja de edad solicitada, no tiene la edad que imaginábamos. Por ello será importante hacer el esfuerzo de imaginar y esperar al niño en todas las etapas del desarrollo que abarca nuestro ofrecimiento.
Por otro lado, aunque esa edad sea exactamente la misma que teníamos en mente, la experiencia previa de los menores puede hacer que tengan comportamientos que no son esperables en los niños que conocemos de esa edad. Podemos encontrarnos con niños de casi tres años que todavía no andan o no saben masticar y, por el contrario, con niños de cinco años con un nivel de independencia mayor de su edad. Por lo general los niños vendrán con carencias en el desarrollo y aunque adoptemos niños mayores de 6 años viviremos todas las fases de su desarrollo casi como si fuera un bebé.

¿Cómo imaginamos nuestra relación con los niños?

A veces imaginamos el encuentro con el niño como un flechazo en el que, instantáneamente, nosotros nos vincularemos a él y surgirá un sentimiento fuerte de paternidad o de maternidad y el niño también nos reconocerá y nos querrá espontáneamente como padres. Sin embargo, lo más común es que el vínculo entre el niño y los padres se forje poco a poco durante los primeros meses de convivencia en los que nos iremos conociendo y adoptando mutuamente.
Para la mayoría de los niños, y también de los padres, éste es un camino lento y progresivo y para algunos, además, está envuelto de dificultad y ambigüedad.  Tenemos que estar preparados para acompañar al niño en esa ambigüedad y ofrecernos como un puerto sólido en el que atracar, a pesar de sus dificultades y sus dudas y del dolor que éstas pueden generarnos.

¿Cómo imaginamos que se comportan los niños?

La mayoría de los niños que han vivido en entornos der privación llegan con conductas que nos resultan muy  nuevas, algunas porque son raras en nuestro contexto y otras porque son difíciles de manejar. Hay que tener en cuenta que, como veremos más adelante, éstas son  conductas que les ayudaban a sobrevivir y a estar adaptados en ambientes de dificultad o de institucionalización que nos son muy ajenos. A pesar de que la realidad de cada país de origen y de cada niño es muy diferente sería bueno que  hiciéramos algunos ejercicios de empatía y de ponernos en el lugar de los niños  antes de decidirnos a adoptar ¿cómo me comportaría yo si… hubiera estado la mitad del día tumbado en una cuna, hubiera recibido malos tratos, hubiera sido cuidado por personas muy diferentes, hubiera ejercido la mendicidad, hubiera perdido a mis seres queridos, hubiera compartido habitación con otros 20 niños, hubiera…?

¿Cómo imaginamos que serán las necesidades de nuestro hijo?

Aunque el término de “necesidades especiales” se reserva para los niños que son mayores, grupos de hermanos o niños que tienen alguna dificultad física, cognitiva o psicológica, cualquier niño que llegue a casa tendrá distintas necesidades que son, de algún modo, especiales. Para empezar, todos los niños adoptables tienen la necesidad de ser cuidados e integrados en una familia que no es la que los vio nacer. Además, pueden necesitar ayuda médica especial para superar un embarazo o un parto difíciles, estimulación para superar unos primeros meses de vida en un entorno de poco cuidado, apoyo en una integración escolar a la que no estaban acostumbrados… Es importante estar preparados para entender cuáles son las  necesidades del niño que llega, sean cuales sean.

Las expectativas tienen también que ser flexibles

No hay ningún niño exactamente igual que el niño que yo imagino. La realidad siempre es más rica pero también más compleja que los sueños. El niño ya es una persona cuando comienza a ser mi hijo y habrá que conocerlo, quererlo y aceptarlo tal y como es,  independientemente de lo que yo esperara.
Si nos damos cuenta de que el niño que esperamos no se parece a la realidad de la mayoría de los niños adoptables o que no podremos acoger a un niño que tenga un grado
mayor de dificultad o de diferencia, tenemos que pensar, honestamente, que quizás deberíamos renunciar a nuestro deseo de adoptar, o, más exactamente, que es casi imposible que la adopción cumpla nuestros verdaderos deseos.

(Texto extraído de «Adopción Internacional en la Comunidad de Madrid. Guía para orientar a las personas que estén pensando adoptar un niño en el extranjero«. Comunidad de Madrid. Consejería de Políticas Sociales y Familia)

Trámites: Certificado de Idoneidad

El procedimiento para llegar a constituir una adopción internacional es complejo, ya que a lo largo del mismo deben aplicarse y coordinarse las legislaciones de dos países distintos, el de origen del menor y el de residencia de los posibles adoptantes.

Asimismo, los momentos cruciales de la tramitación de una solicitud de adopción internacional tienen lugar bajo la competencia de autoridades extranjeras que son soberanas en las decisiones que adopten con respecto a los menores que protegen.

Las familias deben ser conscientes de la necesidad de dar todos los pasos exigidos antes de que se puedan convertir en padres y madres adoptivos.

Todo ello porque la adopción internacional es una medida de protección de menores y, como tal, el procedimiento para constituirla debe establecer las garantías necesarias para que se realice teniendo en cuenta el principio del interés superior del menor y el respeto a sus derechos fundamentales.

El primer paso que deben dar las familias o personas que se están planteando la posibilidad de ofrecerse para adoptar es recabar la información que precisen del organismo encargado de las adopciones en la Comunidad Autónoma en la que residen.

La información sobre la adopción internacional se facilita en sesiones informativas programadas periódicamente, a las que las personas y familias interesadas asisten en grupo y previa solicitud de cita. Allí se entregará a los asistentes la documentación necesaria para que, en caso de desearlo, puedan formalizar su ofrecimiento.

Tras haber solicitado la apertura de vuestro expediente, vuestra CCAA os citará para la realización de unos curso de formación. En estas sesiones, los equipos de profesionales encargados de la formación abordan cuestiones relacionadas con el procedimiento de adopción y las personas que intervienen en el mismo, las motivaciones de los adoptantes y las características de los niños adoptables. Durante las mismas, procuran preparar a los posibles padres adoptivos para entender su propio papel y para hacer frente a los retos y esfuerzos especiales que implica la adopción y, muy especialmente, la adopción de un menor extranjero. Terminada la formación se entrega a los participantes un certificado de asistencia.

Tras los cursos se procede a la valoración psicosocial de el/la/los socicitante/s que llevará a la obtención del Certificado de Idoneidad. Este Certificado de Idoneidad tendrá una vigencia determinada por cada Comunidad (Normalmente 3 años), pasados los cuales es necesario actualizarlo. También habrá que actualizarlo si se producen cambios en el país al que se quiere enviar el ofrecimiento o en las circunstancias de quienes se ofrecieron para adoptar; cambios que la familia está siempre obligada a notificar. El certificado de idoneidad ayuda a proteger al niño que será adoptado, y es imprescindible para poder constituir una adopción legalmente.[/vc_column_text]

Algunos procesos difieren de unas comunidades a otras, por ejemplo en el número de procesos que podemos mantener paralelamente (hay Comunidades autónomas que te permiten tramitar dos países coetáneamente). También cambia el momento de elección de país y agencia. Algunas comunidades autónomas exigen que las familias obtengan una aceptación escrita por parte de su OAAI (Organismo Acreditado para Adopción Internacional) antes de obtener el Certificado de Idoneidad.En otras, en cambio, la elección de la OAAI se produce una vez que tengamos la resolución de idoneidad en nuestras manos. Todo esto cambiará cuando entre en vigor en nuevo Reglamento de adopción y posiblemente se unificarán criterios de tramitación.

¿Cómo elegir el país?

La elección del país de procedencia de nuestro futuro hijo/a es una decisión absolutamente personal.Acercaos a la autoridad de vuestra Comunidad Autónoma y solicitad información sobre los diferentes países con los cuales España tiene convenio de adopción. No es posible adoptar en cualquier país del mundo ni tampoco seguir los mismos pasos en un país que en otro. Algunos países están excluidos de la adopción internacional por diferentes motivos, ya sea porque allí no se puede tramitar, porque no se permite o así se ha acordado o simplemente, porque por la situación del país no es aconsejable hacerlo. Es importante señalar que existe un Convenio relativo a la protección del niño y a la cooperación en materia de adopción internacional, hecho en La Haya en 1993, que establece garantías en el  procedimiento de adopción internacional y que nos vincula con muchos países de origen de los niños adoptados. Aunque existen muchos países que cumplen los anteriores requisitos y en los que se puede adoptar, la adopción en países que han ratificado este Convenio es más clara en su procedimiento y ofrece mayores garantías de transparencia y respeto a los derechos del niño. En algunas ocasiones, para elegir un país puede ser determinantes los requisitos exigidos por el país de origen de los menores. En el caso de India, por ejemplo, exige dos años de matrimonio para las parejas a la hora de registrarse, al contrario que Bulgaria que no exige antigüedad.También es conveniente que os informéis de la situación del país en procesos de adopción, porque, aunque esté abierto y tramite con España, puede haber algún problema que esté ralentizando los tiempos de la espera en preasignación.Otro factor que puede ayudaros en la elección del país son el tiempo de estancia en el mismo ya que algunos países requieren una convivencia en el país con el menor de hasta tres meses.

NO TODOS ESTAMOS PREPARADOS

Si una vez iniciado el proceso, nos damos cuenta de que nuestras expectativas no pueden cubrirse con la adopción, no es lo que queríamos o no nos vemos capaces de llevarla cabo, ahora es el momento de renunciar. No temamos dar marcha atrás pensando que dejamos a un niño/a sin padres. Retirarnos de un proceso a tiempo, permitirá a ese menor encontrar a una familia segura y adecuada que está convencida de luchar por el proyecto. A veces es lo mejor que podemos hacer por él/ella.

«Cuando las Adopciones Fallan» Beatríz San Román (texto), Gallardo (ilustraciones) Reportaje publicado en suplemento dominical La Vanguardia 2008.